3 DIAS EN MARRAKECH
Marrakech es una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos. Fue fundada en 1062 por los almorávides y fue la capital del Imperio islámico. La ciudad posee el mercado tradicional más grande del país y una de las plazas más concurridas de África y del mundo, Djemaa el Fna.
Como otras ciudades imperiales marroquíes, Marrakech está dividida fundamentalmente en dos partes: el centro con la gran Medina o ciudad vieja, rodeada de espectaculares bastiones de tierra roja, y, fuera de las murallas, la ville nouvelle o ciudad nueva, construida por los franceses en los años del dominio colonial y en continua expansión.
Una de las ventajas de visitar Marrakech es el que existan vuelos económicos desde Madrid, compañías como Ryanair o Easyjet tienen vuelos diarios a la ciudad marroquí, siempre que queramos aceptar las políticas austeras de estas compañías.
Existen dos tipos de alojamientos en Marrakech: los hoteles y los riads. No lo dudéis e id a un RIAD en vez de a un hotel (impersonal y masificado). Viviréis un Marrakech mucho más auténtico (te da la sensación de vivir en la casa particular de un marroquí) y, dependiendo de vuestro presupuesto, podréis encontrar sitios verdaderamente bonitos y lujosos.
En nuestro caso encontramos una buenísima oferta en el Riad Annia por poco más de 40 euros la noche (habitación doble y desayuno)
El riad es encantador y el trato inmejorable. Este pequeña sala en la terraza era mi lugar para escapar del bullicio de la ciudad y tomarnos un te exquisito obsequio de la casa.
Pero mejor lo veis en su página. Este es el enlace: Riad Anya
Su situación es bastante buena dentro de la Medina, se encuentra a 5 minutos caminando hasta la Plaza Jemaa. En mi opinión su unica pega es que se encuentra situada en unas estrechas calles muy dificiles de encontrar. Así que si escogeis este alojamiento, os recomiendo que concerteis con ellos, un taxi que os vaya a buscar al aeropuerto.
Nuestro primer día en Marrakech iba a ser relajado ya que el viaje a Madrid y el posterior vuelo hace que uno llegue con ganas de descansar. Así que lo primero que hicimos fue ir a la famosa plaza Djemaa el Fna, verdadero "corazón" de la ciudad. La plaza Djemaa el Fna ocupa un amplio espacio en el centro de la medina.
Fue declarada Patrimonio Oral de la Humanidad por la UNESCO.
Durante el día se llena de puestos tradicionales, gente de todo tipo y artistas callejeros con sus serpientes, sus historias y leyendas. Durante la noche es ideal para venir a cenar y ver como ha cambiado con respecto al día.
Durante nuestro primer día solo la veremos de refilón, mañana disfrutaremos de ella con tiempo y en sus diversas facetas.
Nos dirigimos al edificio más visible de Marrakech, la mezquita Kutubia:
Se construyó en el siglo XII, junto a un edificio construido hacía poco, que luego se derrumbó en el siglo XVIII, y tomó el nombre del suk el Koutubiyyin (suk de los libreros) que antiguamente había en la zona.
La mezquita es famosa sobre todo por su minarete de base cuadrada, que hizo construir Yacoub el Mansour a fines del siglo XII, que representó el modelo de referencia para la Giralda de Sevilla, y para la Torre Hasan en Rabat.
La torre es el edificio más alto de Marrakech y con sus 77 metros de altura domina la Medina, pudiéndose ver a distancia cuando se llega a la ciudad. Hoy la silueta destaca desnuda de ladrillos, culminada con globos de bronce, pero antiguamente toda la superficie del minarete estaba cubierta de decoraciones de cerámica y estuco (los únicos fragmentos que se han conservado son los frisos de azulejos debajo del almenaje).
En el interior, que no se puede visitar, hay una rampa ascendente, lo suficientemente amplia como para poder subir a caballo, que lleva a la cima, desde donde los muecines llaman a los fieles a la oración ritual cinco veces al día. Al oeste de la plaza se encuentran las ruinas de una gran mezquita, que hicieron construir los conquistadores almohades.
Seguimos en dirección suroeste y junto a la mezquita se encuentran los jardines de Lalla Hasna. Los jardines son agradables, organizados de una forma simétrica . La Koutoubia, con su precioso minarete, domina el jardín.
Tras un pequeño descanso en el Riad, una vez llegada la noche volvemos al centro neurálgico de la ciudad: La Plaza DJemaa.
A la puesta del sol la plaza comienza a tomar vida, se llena de enormes chiringuitos ambulantes, donde puedes cenar de forma económica, aunque no del todo muy "higiénica". Los puestos están numerados, nosotros nos decantamos por el número 31.
La actividad es frenética y la mayoría de clientes son los propios marroquíes, buena señal sin duda.
A la mañana siguiente nos dirigimos desde el Riad a la cercana Puerta Bab Agnaou, una de las puertas de acceso a la kasba, al suroeste de la Medina,
La denominada Bab Agnaou es una de las 19 puertas que tiene la muralla de la Medina de Marrakech, pero sin duda es la que nos muestra una decoración más bella.
La Puerta Bab Agnaou se construyó en el siglo XII, durante la dinastía Almohade, y es una de las obras maestras del arte almohade. Con una superposición de arcos de medio punto, todos diferentes, la decoración se complementa con adornos florales.
Atravesamos la puerta y entramos en el barrio de la Kasbah donde nos encontramos con la mezquita Moulay el Jazid a la que no nos está permitido entrar si no somos musulmanes.
Fue construida en la época de Yacoub el Mansour, de la dinastía de los Almohades, para recordar su victoria en una batalla militar de Al Arak. La entrada para las tumbas saaditas está justo detrás
Entramos en las TUMBAS SAADIES
El origen de las Tumbas Saadies de Marrakech se remonta a la época en la que la dinastía saadí reinaba en Marruecos, entre los años entre 1524 y 1659. El sultán Ahmed El Mansour, también conocido como El Dorado, decidió construir en 1557 un mausoleo sobre la tumba de su padre, el cual es conocido como el Mausoleo de Lalla Messaouda.
las tumbas están localizadas en un jardín cerrado al que se accede a través de un pequeño pasillo.
En el mismo jardín se pueden ver más de 100 tumbas decoradas con mosaicos. En ellas están enterrados los cuerpos de los sirvientes y guerreros de la dinastía saadí.
Pero es con posterioridad cuando el sultán decide construir otro nuevo mausoleo, está formado por tres salas unidas por puertas entre sí, y en el que la sala central, conocida como la Sala de las Doce Columnas con una decoración de increíble belleza en estas salas están enterrados el sultán y su familia.
Tras la caída de la dinastía saadí, el sultán alauita Mulai Ismail ordenó destruir todos los vestigios de los saadíes, lo que supuso la destrucción de palacios y otros edificios.
Antes de dirigirnos a la siguiente visita que sería el Palacio El-Badí callejeamos por la Kasbah barrio de calles pequeñas y retorcidas, pero siempre con mucho bullicio. Destaca en él el colorido de los puestos de verduras y pescado por las mañanas
Es tal el laberinto de callejuelas de este barrio, que estuvimos vagando perdidos más de media hora, son esos momentos en los que alguno de los habitantes de Marrakech aprovecha el momento para agobiarte ofreciendose como guía, por supuesto nunca de forma altruísta. Al final conseguimos salir fuera de las murallas, aliviados por salir de ese laberinto fuimos junto a ellas hasta llegar nuevamente hasta la Puerta Bab Agnaou
El siguiente monumento importante que visitamos fue el Palacio El Badí, otrora palacio fastuoso que sin embargo fue totalmente desmantelado y del que ya solo quedan sus muros desnudos gastados por el tiempo sobre los que anidan las cigüeñas.
Cinco meses después de su resonante victoria sobre las tropas portuguesas en la batalla de los Tres Reyes el 4 de agosto de 1578, el sultán saadí Ahmed al-Mansur Ed-Dahbi (El Dorado) emprendió la construcción de un palacio monumental dedicado a las grandes recepciones y audiencias reales.
Las obras comenzaron ese mismo año, en 1578, prolongándose hasta 1594, y ciertos trabajos fueron acabados recién en 1603.
El impresionante conjunto palaciego constaba de 360 habitaciones dispuestas en grandes pabellones en torno a un patio central: El Pabellón de Cristal, el Pabellón de Audiencias, el Pabellón Verde y el Pabellón del Heliotropo. En el enorme patio de 135 por 110 metros se había instalado un estanque de 90 por 20 metros con una hermosa fuente. Otros estanques marcaban las esquinas del patio.
La grandiosidad del palacio destacaba aún más por la abundancia y riqueza de la decoración: el lujo reinaba por doquier y abundaban los materiales preciosos como el ónix, el jaspe y el oro, este último proveniente de Sudán, al que Al-Mansur había conquistado recientemente.
Esta profusión en la ornamentación dio al palacio el apodo de El Badi, « el incomparable ».
Marrakech fue la ciudad elegida por los saadíes, pero cuando la dinastía alauita llegó al poder, el sultán Moulay Ismail decidió borrar de Marrakech todo vestigio de la dinastía precedente (sólo las tumbas saadíes se salvaron por su temor al sacrilegio) y así fue como mandó desmantelar el palacio para construir la ciudad imperial de Meknes, establecida como nueva capital del imperio en 1675.
Las crónicas relatan que El Badi, cuya construcción demandó alrededor de 25 años, fue despojado de todas sus riquezas en menos de una década, y se dice que no hubo una sola ciudad en Marruecos que no recibiera parte de sus ruinas...
Las excavaciones arqueológicas comenzadas en 1953 apenas pudieron dar prueba de la grandiosidad del Incomparable con la determinación del plano del conjunto palaciego. Del Pabellón de Cristal no queda prácticamente nada y el Pabellón de Audiencias subsistió hasta nuestros días bajo la forma de altas murallas erosionadas.Hoy, la vasta explanada poblada de naranjos y los muros desgastados por el tiempo coronados de nidos de cigüeñas no faltan de un cierto aire poético y romántico
Subiendo a la terraza se puede apreciar una bella vista de la ciudad.
La siguiente visita del día sería el Palacio de la Bahia.
La construcción del Palacio de la Bahia fue encargada por Ahmed ben Moussa, hombre influyente, hábil y poderoso, que fue visir (el cargo más alto luego del monarca) del sultán Abdelaziz a finales del siglo XIX.
A partir de una antigua residencia, que fuera propiedad de su padre, y apropiándose de un conjunto de casas adyacentes, el visir encargó el trabajo de diseño y construcción de su palacio al arquitecto marroquí Muhammad al-Mekki. Las obras se prolongaron durante 6 años, desde 1894 a 1900, durante los cuales los mejores artesanos y obreros de todo el país trabajaron sin interrupción.
El palacio tiene 160 habitaciones, dispuestas en una sola planta y a un mismo nivel; Habiendo surgido de la reunión de diversos inmuebles, el conjunto palaciego dio como resultado una sucesión, que puede parecer desordenada, de pequeños patios, jardines, salones y dependencias en los que no es difícil perderse sin un guía. El denominador común es una decoración exquisita, típica de la arquitectura marroquí, que alcanza sus puntos culminantes en las dependencias donde el vizir recibía visitas oficiales. En torno al palacio, las 8 hectáreas de parque son un verdadero remanso en medio de la medina.
Se puede visitar sólo un tercio del palacio; el resto es propiedad privada de la familia real.
Sin duda, lo que más impresiona del palacio de la Bahia es el gran patio, llamado Patio de honor. Consiste en una inmensa explanada de 50 por 30 metros, cubierta de mármol y zelliges (mosaicos geométricos típicos de Marruecos), rodeada completamente por una galería que apoya en esbeltas columnas de madera decapada. Las numerosas habitaciones que dan a este patio eran ocupadas por las concubinas del visir y sus hijos.
También se pueden visitar pequeños patios interiores que dan paso a salas donde Moussa recibía a los gobernantes y embajadores
El resto del día lo ocuparíamos a placeres más "carnales".
Una de las especialidades de Marrakech son los pasteles.
Muy cerca de la plaza Djema-el-Fna, en la calle Rue Bab Agnaou 32 (una calle peatonal junto correos) se encuentra Patisserie des Princes. Tienen dulces árabes o todo tipo de bollería (croissants, napolitanas, entre otras) recien hechos, zumos y batidos y una gran diversidad de pasteles. En el fondo de la pastelería hay una salita con mesas para disfrutar de los pasteles.
Tras un merecido descanso en el Riad, llega la noche y volvemos a la Plaza.
Uno de los negocios más característicos de esta inmensa plaza del centro de Marrakech es el de los vendedores de zumos naturales de frutas recién hechos. Decenas de carros llenos de frutas (sobre todo las naranjas tan típicas del país) se instalan todo el día en esta plaza. Nuestro preferido erá el Nº 36, dos chicos jóvenes muy simpaticos y agradables eran nuestra parada obligatoría todas las tardes y noches. A pesar de que el tiempo era fresco siempre se agradecía un delicioso zumo recien exprimido, me imagino lo que se disfrutaran con el calor del verano marroquí.
Aunque por el día tambien podemos encontrar estos puestos por la tarde-noche se multiplican y también se les unen los de frutos secos. El espectáculo de estos puestos al anochecer en Djemaa-El-Fna es digno de ver.
Aprovechamos esta tarde-noche para perdernos por el inmenso bazar existente en los alrededores de la plaza.
Pero no solo tenemos articulos de decoración, ropa, telas, etc... también encontramos pequeños puestos de comida, de zumos, así como pastelerías tan llamativas como esta.
Volvemos a la plaza para cenar, ya que la visita completa al zoco la dejaremos para el día de mañana. Otros puestos interesantes que encontraremos en la plaza son los de los caracoles.Es este un manjar muy apreciado por los marroquíes y por tanto estos puestos tienen bastante éxito entre los lugareños, los suelen aderezan con salsa de comino muy caliente y algo picante que agradecimos especialmente ya que la temperatura rondaría los 10 ºC
El zoco de Marrakech es el mercado más grande de todo el Maghreb y se puede acceder a él directamente desde la Plaza Djemaa
Inmediatamente se percibe el bullicio y la animación en las callejuelas laberínticas, algunas cubiertas por lamas de madera para protegerse del sol, donde comerciantes y artesanos intentan cada día hacer su negocio con locales y turistas.
El zoco congrega alrededor de 2600 artesanos y 40 corporaciones que aún mantienen vivo el arte tradicional marroquí, confiriendo un encanto especial al mercado más grande del norte africano.
La variedad de artículos que se puede encontrar abarca casi todo lo imaginable: vestimentas, joyas, tapices, babuchas, objetos de tierra cocida, madera, metálicos o de cuero, especias, frutos secos, carnes y otros alimentos, hierbas medicinales... la lista sería interminable.
Se trata de un laberinto inimaginable de callejones, plazas que te hacen perder todo el sentido de la orientación, pero en ello está la gracia, en perderse sin ningún destino y descubir cada zona de este impresionante zoco. Aquí estamos en la zona de las especias con sus llamativos colores.
En el zoco encontraremos artesanos agrupados por gremios; tintoreros, cesteros y ferreteros son algunos de los oficios que se dan cita en el zoco de Marrakech y que tendremos el privilegio de ver su trabajo in-situ.
Negociar antes de comprar, además de ser toda una tradición comercial árabe, en este caso resulta además indispensable ya que los precios suelen ser bastante elevados
El zoco es un placer para disfrutar con todos los sentidos y la mente abierta. Sólo hay que dejarse llevar por las callejuelas y dejar que ese pequeño gran mundo de olores, sabores y sonidos nos invadan y sumerjan en una forma de vida que es, seguramente, muy diferente a la que estamos acostumbrados.
Regresamos a la plaza, en sus extremos existen numerosos cafes y restaurantes todos ellos con terrazas panorámicas.
El Café de France es uno de los locales más antiguos de la plaza DJemaa y toda una institución en esta céntrica plaza de Marrakech. Quizás se ha quedado un poco anticuado con el tiempo y otros locales cercanos le han ganado en encanto y comodidad, pero el té a la menta de este establecimiento sigue gozando de una fama envidiable. La terraza ofrece una de las mejores vistas de la plaza.
Una de las cosas que seguro encontramos en Djemaa son los encantadores de serpientes. En este lugar se concentran numerosos encantadores con decenas de serpientes en cada puesto entre las que se encuentran cobras y víboras. Todo inundado con los ritmos del bendir (pandero) y los pungis (flautas) que tocan sin cesar para intentar embrujar a estos reptiles. Hemos de tener en cuenta que en Marrakech nada es gratis por lo que una foto nos costará dinero y posiblemente alguna discusión ya que piden precios desorbitados.
Durante la tarde teníamos intención de visitar 2 de los más famosos jardines de Marrakech: los jardines Majorelle y los de la Menara.
Primero nos acercamos a los Jardines Majorelle situados en la Ciudad Nueva.
Los Jardines de Majorelle fueron creados en 1924 por Jacques Majorelle, pintor francés que se asentó en Marrakech en 1919.
En un principio los jardines sirvieron al pintor como fuente de inspiración, pero en 1947 se abrieron al público en general.
Desde 1980, los Jardines de Majorelle son propiedad de Yves Saint Laurent.
Los Jardines Majorelle son unos jardines bastante grandes con multitud de plantas distintas: cactus, palmeras, bambú, plantas de jardín y plantas acuáticas.
En el jardin encontraremos buganvillas, rosas, naranjos, papiros, yucas, palmeras, nenúfares y estanques llenos de peces tropicales. Todo empapado de un color azul que le da un aire muy especial
Se puede visitar el antiguo estudio de Jacques Majorelle que hoy en día se ha convertido en un museo de arte islámico. Alberga la colección privada de Ives Saint Laurent y Pierre Bargé en sus viajes por Marruecos. Hay joyas y bordados bereberes, tapices traídos de Rabat, puertas de cedro de los siglos XVIII y XIX, cerámica azul de Fez, junto con algunas pinturas del propio Majorelle.
Lo siguiente que pensabamos visitar eran los jardines de la Menara pero el día estaba lluvioso y muy oscuro con lo que no valía la pena, ya que lo bonito es verlo con un día despejado y disfrutar de las grandiosas vistas sobre el Atlas.
Por supuesto por la noche volvimos a disfrutar del embrujo de la Plaza Djemaa.
Al día siguiente volvimos a España dejando bastantes cosas en el tintero, así como la visita a lugares próximos a Marrakech como el propio Atlas. Un viaje que me ha dejado un muy grato sabor de boca que hará que seguramente en un fúturo próximo vuelva a esta ciudad.